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La fantástica Vida de un pelotero Dominicano

Publicado Por : Unknown hoy : 0 comentarios
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Los peloteros de Grandes Ligas andan sueltos por estos predios, están descansando, moviéndose entre  lujosas mansiones, penthouses, fincas y exhibiendo onerosos y llamativos vehículos que van desde Rolls Royce, pasando por Bentley, Mercedes, Lamborghini, llegando hasta otras suntuosas máquinas inalcanzables para la mayoría de los mortales que habita en este granito de arena que se pierde en el espacio y al que llamamos tierra.

Cuando los peloteros están libres, ellas salen a la caza, se preparan, están al acecho, y cual Caperucita, pero graduada de loba feroz (no aquella inocente del famoso cuento), se van al escenario a mostrar sus encantos y tirar el anzuelo.


Los contratos en dólares son muy sonoros, mucho más cuando usted hace el cálculo al 42.15. Sin dudas que un pelotero estrella es un deportista bendecido, todavía más si es dominicano, puesto que, si tomamos en consideración las condiciones de esta nacion “cuartimundista”,  la oportunidad para un jugador de ganar ese gran dinero en otra actividad digna diferente a la pelota, podría ser  de una en mil millones. La bendición es doble si consideramos que, según las estadísticas, uno de cada 45 prospectos alcanza las Grandes Ligas. Y cabe agregar, también, que no todos tienen el chance de convertirse en una súper estrella del béisbol, que es donde están los millones de Chanflán y todos sus descendientes.

Luego de finalizada la temporada de Grandes Ligas, los peloteros dominicanos (no todos) han dejado un terreno para lanzarse a otro: el de la buena vida, el de las fiestas, el del encuentro con las dueñas de cuerpos exuberantes, atractivos y a veces hasta diabólicamente bien hechos, chicas que buscan que el bigleaguer batee para el ciclo con ellas, aunque sea por una noche, pues algo les queda, ya sea una amistad, o el sabor de haber estado con una gran estrella del deporte.

Hay quienes critican el hecho de que esos muchachos vengan a tirar la puerta por la ventana en materia de “gozadera” y placeres, pero lo que muchos no toman en cuenta es que estos deportistas se pasan nueves meses de duro trabajo, tomando vuelos, viajando, pernoctando en diferentes ciudades a lo largo y ancho de toda Gringolandia y tratando de llevar una vida que no los aleje de lograr una buena temporada. El pelotero comienza su trabajo en febrero (entrenamientos primaverales) y tiene que jugar hasta el momento en que el frío  comienza a hacer su asomo, es decir,  finales de octubre. No hay parrandas, escapes, grandes fiestas, ni viajes de placer, solo concentración, prácticas, numeritos y mucha dedicación, so pena de no sobresalir y ser uno del montón.


Por una cuestión de cultura, de estilo de vida, y si se quiere hasta de educación, los peloteros norteamericanos toman sus vacaciones para viajar en familia, cazar y compartir mas con los suyos, pero los criollos no. Vienen a “fiestar”, a tomarse unos “traguitos”, otros quizás no saben en cuál de los autos parqueados en su hangar residencial de saldrá a pasear, talvez en el Maybach para la rubia, quién sabe si en el Porsche para la morena y a lo mejor utilice el Ferrari para la más explosiva de su colección. Como dice Gerald Ogando: “Má’ bueno que ‘e así” ¿Es  esto criticable? Pienso que no, pues el dinero es bien ganado por estos “good fellas” (buenos muchachos).

El trabajo dignifica al hombre, y los peloteros trabajan al máximo , se someten a mucha presión por nueve largos meses, los abuchean, los critican, los odian, los cambian, los sientan, se lesionan, fracasan, pero mas que todos son seres humanos con el derecho de gozar su fortuna, fortuna de buen proceder y que resiste las embestidas de varias mega mamis, de cuatro diablas y de dos monumentos de esos que consumen Moet & Chandon, aun lo que hayan probado antes de “plastificarse” fuera la bebida nacional en estado de fermentación, llámese un mabí.

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